Al poco tiempo descubrimos quien era ese hombre tan misterioso. A menudo se le podía ver en los andenes de la estación «Passeig de Gràcia» de la L3 de metro, paseándose arriba y abajo, cantando ópera. Tanto tiempo permaneció que se ganó la popularidad de los viajeros y el respeto por parte de la empresa TMB.
Repasando un poco su vida, Ramon Julibert i Torras Ramón nació en Barcelona el 10 de junio de 1929. De familia acomodada, estudió en el colegio La Salle y perteneció al Club de Tennis de La Salut. Estudió para practicante ATS, pero enseguida decidió marcharse a Londres y Alemania a probar suerte y fortuna, ejerciendo de ATS y de transportista. Se dice que llegó a casarse y a tener un hijo, pero desgraciadamente las cosas no le fueron bien y se separó, regresando de vacío nuevamente a Barcelona. Aquí volvió a casarse y tuvo tres hijos más. Sin embargo, debido a su carácter difícil e indomable también se separó de su segunda mujer. Su vida siempre fue muy sencilla y con escasos recursos económicos. Una paga mensual le permitió vivir en varias pensiones y comprar antigüedades, una de sus grandes aficiones. Posiblemente ello le llevó a conocer nuestra tienda de periódicos antiguos. Era un hombre culto, bien hablado. Por lo visto sabía hablar italiano y alemán, y era muy hábil en el ajedrez.
Paralelamente al mundo de las antigüedades, su otra pasión fue la ópera, hecho que lo demostró cantando durante 48 años alrededor de unas ocho horas diarias y a veces hasta once. Ciertamente tenía buena voz. Comenzó en el parque de la Ciutadella, donde permaneció ocho años hasta que decidió marchar tras encontrar un hombre muerto. Luego se instaló en el metro, donde puso en evidencia sus excelentes dotes artísticos como cantante: «voy al Metro Maldon Gayer»; «trabajo poco y me paso más horas cantando que trabajando»; «yo no canto para ganar dinero, yo canto para hacer la musculatura»; «soy un culturista, como huevos y carne para hacer esto»; «mi voz es única en el mundo», decía él. Siempre tuvo la ilusión de que el teatro del Liceu le brindara una oportunidad y lo contratase, algo que jamás sucedería.
Ahora su voz se ha apagado para siempre. El cantor del metro ha desaparecido pero sería deseable que la memoria histórica de Barcelona lo pueda recordar para la posteridad como uno de los numerosos personajes singulares de la ciudad. El mero hecho de haber visitado nuestra tienda no hará más que enriquecer la historia de nuestro negocio. Aunque por otros caminos inesperados para él, logró la fama y la aceptación del público barcelonés. Nosotros le recordamos y siempre le recordaremos. Hasta siempre, Ramon. Hasta siempre, artista.